Capitulo 2

Mapa 2. El Neolítico en el Próximo Oriente.

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mapa-2© José Ochoa, Atlas Histórico de la Biblia. Antiguo Testamento, Madrid 2003

Concordancias del relato bíblico y el relato arqueológico (I). La prehistoria en la tradición oral consignada en la Biblia.

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Por Edwin Silva

Los arqueólogos han dividido las culturas del pasado en edades de piedra antigua (paleolítico), nueva edad de piedra (neolítico), edad de bronce y edad de hierro, esto sobre la base del material empleado para dar forma a los instrumentos cortantes, las hachas, los cuchillos, en general herramientas y armas. Como reliquias prehistóricas, estos instrumentos permiten dar significación del posible sistema social y económico de las sociedades que los fabricaron. Se entiende que la economía de una sociedad que usaba un hacha de piedra era en mucho, menos elaborada que las posteriores, esto dada cuenta que un instrumento de piedra es un producto doméstico que podía ser fabricado de forma individual por cualquiera dentro de un grupo autosuficiente de cazadores o agricultores, es decir no implicaba ni la especialización del trabajo, ni la presencia de comercio, ni un conocimiento técnico exuberante. Por el contrario el hacha de bronce no solamente es utilitariamente superior, sino que permite inferir una estructura económica y social más organizada. Se debe tener en cuenta que el bronce funde a casi 1000 grados centígrados, que resulta de la aleación del cobre y el estaño, minerales que usualmente no se encuentran en la misma cantera, lo que supone la presencia de rutas de comercio; además es un oficio altamente especializado que exige una división del trabajo en la sociedad y varias generaciones de transmisión y perfeccionamiento del conocimiento para generar la técnica debida para fundir el metal (conocimientos de geología para extraer el mineral y de química para reducirlos) y darle forma adecuada, claramente no es un oficio que pueda adelantar un agricultor o un recolector en sus ratos libres.

La presencia de especialistas en una sociedad implica la existencia de una organización del trabajo tal, que les permita a estos especialistas ser sustentados de forma adecuada (alimentación, vivienda, vestido, etc.), y esto solo es posible en la convivencia en centros urbanos. A su vez los centros urbanos son el producto del crecimiento de la población y la concentración cada vez mayor a través de un modelo de agricultura expansiva, que permitió la acumulación de excedentes de producción, el surgimiento del comercio, el sustento de ejércitos y el control de territorios con interés estratégico (acceso a agua, tierras, minerales, control de rutas de comercio, etc.). El registro arqueológico permite evidenciar que respecto de las sociedades del neolítico, las sociedades de la edad de bronce no sólo eran más grandes (ciudades en el bronce versus villas y poblados en el neolítico), sino más pobladas.

A su vez, lo mismo podemos deducir del grado de desarrollo que significó el neolítico, respecto de la antigua edad de piedra (paleolítico). Jericó es la primera ciudad de la que tengamos noticia en el registro arqueológico, esto evidencia que la revolución del neolítico tuvo primer asiento en Canaán. Hace 10.000 años Jericó ya estaba habitada y hace 9000 años ya tenía una fuerte muralla de piedra que permitía su defensa. En el paleolítico los hombres vivían enteramente de la caza, la pesca y la recolección de granos silvestres, raíces, insectos y mariscos y por ende el número de seres humanos estuvo limitado a la provisión de alimentos ofrecida por la propia naturaleza, los humanos éramos nómadas, apenas era concebible la organización de un poblado o una villa. La revolución del neolítico condujo al descubrimiento-invención de la agricultura, el uso de prendas tejidas, la domesticación de animales, el uso de piezas de alfarería, en pocas palabras, en el neolítico los hombres lograron controlar el abastecimiento de alimento, generando los excedentes suficientes para establecer una vida sedentaria y no nómada propia de la sociedad de recolectores y cazadores del paleolítico; es más, la vida sedentaria era no solo una consecuencia, sino en sí misma una exigencia de la agricultura que requería el establecimiento de las sociedades en zonas definidas (de hecho la palabra nómada viene de una voz griega que literalmente significa “el que pastorea el rebaño”).

Sensu stricto (hasta este punto), la Biblia no es un libro histórico, es un libro moral, que se preocupa más de los aspectos éticos y teológicos, que de cuidar el relato histórico; no obstante en el relato bíblico resaltan de forma arquetípica los elementos señalados: que la civilización empezó en la media luna fértil (Génesis 2:10 y 14  “Del Edén nacía un río que regaba el jardín, y que desde allí se dividía en cuatro ríos menores […] El tercero se llamaba Tigris, que corría al este de Asiria. El cuarto era el Éufrates”), que los primeros humanos fueron recolectores y vivían en un estado tecnológico primitivo –paleolítico- (Génesis 3:21 “Dios el Señor hizo ropa de pieles para el hombre y su mujer, y los vistió”), que luego se les “impuso” la tarea de la agricultura –neolítico- (Génesis 3:23 “Entonces Dios el Señor expulsó al ser humano del jardín del Edén, para que trabajara la tierra de la cual había sido hecho”), que en un momento de coyuntura los humanos se dividen entre aquellos que se dedican a la agricultura y aquellos que se dedican al pastoreo (Génesis 4:2 “Después dio a luz a Abel, hermano de Caín. Abel se dedicó a pastorear ovejas, mientras Caín se dedicó a trabajar la tierra”), que aquellos que se dedicaron a la agricultura (Caín) desarrollaron hábitos violentos (Génesis 4:8 “Y dijo Caín a su hermano Abel: Salgamos al campo. Y aconteció que estando ellos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel y lo mató”), fundaron ciudades (Génesis 4:17 “Caín se unió a su mujer, la cual concibió y dio a luz a Enoc. Caín había estado construyendo una ciudad, a la que le puso el nombre de su hijo Enoc”) y obtuvieron armas (Génesis 4:22 “Por su parte, Zila dio a luz a Tubal Caín, que fue herrero y forjador de toda clase de herramientas de bronce y de hierro”), es decir que en últimas el relato señala de manera vertiginosa -en pocos versículos- un ascenso desde el paleolítico, pasando por la revolución neolítica, hasta la edad de los metales, claro está que el sustrato moral de la narración indica que el despliegue tecnológico alcanzado no conllevó bienestar, sino anarquía y desorden (Génesis 6:11 “Y la tierra se llenó de violencia”).

Moralmente hablando, el relato parece distinguir entre el vértigo de la organización de una sociedad que rápidamente pasa del paleolítico a la formación de proto-imperios en el bronce antiguo versus la vida más simple de los pastores (señalada en el sacrificio de Abel). Muchas versiones se han dado de la aceptación por parte de Dios del sacrificio de Abel (una ofrenda de su rebaño) y el rechazo de la ofrenda de Caín (los frutos de la tierra); sin abrogarnos el derecho a la interpretación correcta, es posible intuir razones históricas en dicho juicio. Que la descendencia de Caín, es decir metafóricamente hablando, la sociedad agrícola, formaría las primeras ciudades, el comercio, la acumulación de poder, la opresión de déspotas, las armas para la guerra y los primeros imperios. Por lo que sabemos del registro postdiluviano, estas sociedades se conducían por una cosmovisión cortoplacista (como fue propia de las sociedades urbanas de la media luna fértil) en la que la vida más allá de la muerte era un incierto, la vida es acá y ahora, hay que comer y beber -que mañana moriremos-; la idea del paraíso no existe en la cosmovisión sumeria y acadia, o más bien existe en un sentido inmediato, el paraíso es una ciudad, es acá y es ahora.  Por su parte la cosmovisión de los pastores siempre fue la de anhelar una patria ideal de la que ya no se era partícipe, estos pueblos nómadas fueron posteriormente conocidos como los Habiru (hebreos, aunque es motivo de controversia) y la idea del paraíso en estos era la de un jardín. A una parte de estos pueblos nómadas de la media luna fértil, la existencia de algo más allá de la existencia terrenal les llevó a tener en muchos sentidos un sentido moral más elevado, el relato (postdiluviano) de Abraham huyendo de Ur, convirtiéndose de un ser citadino a un pastor nómada muestra una vez más los mismos elementos morales ya señalados.

En contraste a esta interpretación, el relato Bíblico empieza con una clara noción progresista, Génesis 1:28 “Y los bendijo con estas palabras: Sean fructíferos y multiplíquense, llenen la tierra y sométanla”. La idea de progreso está implícita en el sentido moral del relato; y así fue, para el inicio del neolítico se estima que la población humana alcanzaba unos 8 millones de seres, para el siglo XVIII ad portas de la revolución industrial, la población humana era 100 veces superior (alrededor de 800 millones) y hoy es mil veces superior. La arqueología permite evidenciar el progreso de la cultura humana al distinguir a lo largo de las diversas edades el estado de la ciencia y por ende el grado de desarrollo de la sociedad que los produjo. Cuando los utensilios, los cimientos de las viviendas y las otras reliquias arqueológicas se consideran en su conjunto realmente ponen de manifiesto no sólo el nivel alcanzado por la destreza técnica y la ciencia del momento, sino en sí la manera en que sus autores obtenían su subsistencia, es decir el levantamiento arqueológico permite demostrar la dimensión de la economía de una sociedad del pasado y es justamente la economía la que determina la multiplicación de nuestra especie y por ende su éxito biológico. La multiplicación de la población (éxito biológico) permitió la especialización de las tareas, a su vez la concentración en centros urbanos multiplicó el flujo de conocimiento, el intercambio de ideas y la generación de tecnología.  Todos estos cambios permitieron una expansión demográfica (la comparación del número de entierros en los hallazgos arqueológicos del paleolítico versus el neolítico en el cercano oriente muestra el enorme incremento de la población como resultado de la revolución neolítica). Por su parte el relato moral implícito en la Biblia, señala el doble filo de esa espada, la potencia cada vez más elevada del hombre para hacerse daño a sí mismo como especie, paradójicamente, en el momento de más éxito biológico (derivado de la tecnología), es cuando los mayores retos para la supervivencia se nos plantean.

Referencias.

  1. Asimov, I. (1971) La tierra de Canaán. Madrid: Alianza Editorial.
  2. Asimov, I. (1986) El Cercano Oriente. Madrid: Alianza Editorial.
  3. Gordon, V. (1936) Los orígenes de la civilización. México D.F. Derechos en español Fondo de cultura económica.
  4. Diamond, J. (1998) Armas, gérmenes y acero. Barcelona: Penguin Random House.
  5. Johnson, P. (1987) La Historia de los Judíos. Barcelona: Ediciones B, para el sello Zeta de Bolsillo.
  6. Uribe, D. (2008) La historia de las civilizaciones (audiolibro). Bogotá: Aguilar.
  7. Carr, E.H. (1961) Qué es la historia? Barcelona. Derechos en español para Ariel (Ed Planeta S.A).

 

Frase de la semana – Capítulo 2

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Barraclough hace gala de que la función del historiador es la de derrumbar mitos, no crearlos, y por supuesto esta es la posición modal de los historiadores; desafortunadamente muchas veces en desmedro de la historia misma, descalificando el contenido ético de las tradiciones y derivando las discusiones a una tiranía de la evidencia arqueológica e histórica. Y tiene que ser así, de no serlo, caeríamos fácilmente en la anomia. No obstante la historia muestra como su status de conocimiento es permanentemente revisado por un hallazgo arqueológico aquí u otro por allá. No hay nada más inestable que “la versión oficial de la historia”. El historiador prudente debería recordar aquel viejo adagio de “No escupir para lo alto”. Ya varias veces hemos visto al Mito cobrar vida en algún hallazgo arqueológico.

Sigmund Freud

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Su nombre completo es Sigismund Shlomo Freud, fue un judío nacido en Viena (1856-1939) que desde muy joven rechazó la religión de sus padres y se declaró ateo. Este médico y neurólogo es el creador del psicoanálisis y sus teorías son reconocidas universalmente. Comenzó su carrera estudiando la hipnosis, luego se dedicó a temas como la asociación libre y el análisis de los sueños donde desarrolló «la cura del habla», también desarrolló el tema de la sexualidad infantil.

Es necesario comunicar que el pensamiento freudiano se extendió a una fuerte crítica de la religión y que lo presentamos en nuestro trabajo con el único y honesto objetivo de conocer todos los matices de los amores y desamores a favor y en contra de nuestra convicción. Freud por ejemplo se lamenta de cómo el hombre común insiste en aferrarse al infantilismo de la religión: “Todo esto es tan evidentemente infantil, tan ajeno a toda realidad efectiva, que quien profese un credo humanista se dolerá pensando en que la gran mayoría de los mortales nunca podrán elevarse por encima de esa concepción  de la vida”. En Moisés y la religión monoteísta, Freud dijo que Moisés era un egipcio convertido  al monoteísmo y al culto del dios egipcio Atón, hecho que convenientemente fue “olvidado” por las generaciones  posteriores, quienes convirtieron su figura en la de su gran caudillo y libertador. Todo esto recalcamos NO lo compartimos en el panel de La Biblia en La Historia pero nos place presentarlo porque es insumo para nuestro trabajo, escritos como estos fueron los que motivaron nuestra razón de ser y nos motiva aún más a presentar los hechos históricos y arqueológicos para corregir estas afirmaciones.  

Por ser judío, Freud fue considerado enemigo de los Nazis. Sus libros fueron quemados públicamente y tanto él como su familia fueron acosados hasta obligarlos a escapar del país . Sus hermanas (cuatro de ellas permanecieron en Viena) fueran apresadas más tarde y murieron en campos de concentración. Gracias a la intervención de Marie Bonaparte (princesa de Grecia y Dinamarca) y Ernest Jones (presidente de la Sociedad Psicoanalítica Británica y de la Asociación Internacional de Psicoanálisis) consiguió salir del país y refugiarse en Londres donde murió a los 83 años.

Obras de referencia:
Los recursos de información de primera consulta, desde los cuales se extraen datos para presentar esta reseña son:  

– El Pueblo Hebreo. Grandes civilizaciones de la historia (2008). Editorial Sol90
– Espinoza, J. Freud y el nazismo

– Wikipedia

Recomendados – Capitulo 2

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Recomendado: Por momentos políticamente incorrecto, claro está, incorrecto en una era de revisionismo histórico y reorientación geopolítica.

Niall Fergusson una de las personas más influyentes del mundo en la selección de la revista Time del año 2004. Profesor de historia de Harvard y de Oxford, es hoy por hoy uno de los historiadores más brillantes, de fluida letra, muy amena lectura.

Esta es una lúcida versión interpretativa de la superioridad Europea y Americana en la actual era, en cierta forma (en muchas formas) de la superioridad judeocristiana. También reveladora de las posibles fracturas en la esperable caída de un imperio.


 

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El libro recomendado es «El hombre en busca de sentido». Este libro presenta unos matices psicológicos muy fuertes, lo escribe un psiquiatra judío de renombre mundial llamado Viktor Frankl en el que él narra en primera persona cómo se desarrolla la vida en condiciones tan extremas como el holocausto y concluye que la clave para sobrevivir a las adversidades es entender que tu no debes esperar nada de la vida porque la vida es quien espera mucho de tí.